El criollo norteño
Secundino Rasguido (hijo de don Jesús y doña Agripina Rasguido, "del almacén de San José"), es capataz de la estancia de Chaquivil (localidad ubicada en medio de los cerros al oeste de la provincia de Tucumán) y representa al típico criollo de la zona montañosa del norte argentino. Hombre macizo, de varias habilidades, tales la talabartería, construcción, cocina, el manejo y cura de animales, una consuetudinaria cartografía, nacida del constante andar por sus zonas y los conocimientos necesarios para decir que la agricultura de montaña casi no tiene secretos cuando de sembrar o cultivar se trata.
Cada construcción de los cerros es realizada por sus moradores; ante la ausencia profesional cada uno de los habitantes es su propio veterinario, arquitecto, agricultor, carpintero, etc.
Son hábiles con el lazo y el arreo, si es menester "pillar" algún animal por los llanos, cuestas y montes; saben del uso del cuchillo si hay que cortar cuero para trenzar, cuerear o achurar un vacuno o un cordero para comer o bien moldear un palo para alguna necesidad. Trabajar la madera para tirantes de techo o muebles hogareños, es una constante. La tradición oral les enseñó a fabricar adobes con barro y paja para levantar sus viviendas o las de los patrones, saben seleccionar el pajonal adecuado para la techumbre; saben de mediciones, plomadas o empotrados por que la experiencia se los señaló. Si hay que coser unas alforjas o tejer una manta o curtir un cuero no deben recurrir a terceras personas. Conocen el manejo de las riendas para domar, amansar o simplemente guiar su monta al expendio más cercano.
Su trato es amable y reservado: la gente del cerro habla en voz muy baja -en especial entre ellos-, y con pocas palabras dan indicaciones muy certeras. Un mínimo "-fuera choco-" o "-andá chango-" traen aparejado un sistema de comunicación que no necesita repetir una orden. Al rejuntar la hacienda por las cuestas, en algunos casos de más de 70 grados de inclinación y sobre cientos de hectáreas, los gritos son para los animales arreados, pues cada uno sabe cual es su ubicación, ya sea adelante, detrás o al costado del arreo.
Y su vida sin ruidos ni prisas, los hace vivir largos años cultivando vivencias que algún advertido les sacará en agradables conversaciones de cocina, con un mate o un vinito de por medio. Y ellos, estos increíbles hombres del cerro, se acordarán de los rostros visitantes y de sus comportamientos para recibirlos, de acuerdo a ello, la próxima temporada.
La Coqueada
En los países situados al norte de Argentina (Bolivia, Perú) se cultiva la hoja de coca. Con algunas de ellas, se hace un bolo que se sitúa entre el labio lateral y los molares. Este "acullico" o "acuso", que ya usaban los indios en la época de la encomienda en el siglo XVIII y XIX sirve para combatir el sueño. Los "coqueros", por lo general apelan a este vegetal para trabajar muchas horas o para acompañar las largas tertulias regadas con "bebidas espirituosas" y condimentadas con mucha "juerga".
El uso de la coca, en este caso, no es el que le dan las personas que se dedican a matar a la juventud con vicios innobles; con respecto a ello, en "Coca no es cocaína" de ediciones Pueblos Andinos, nos indican que estudios médicos realizados, han demostrado que durante la masticación se inactiva el efecto de la cocaína, ya que la coca sufre una hidrólisis por efecto de la saliva y de los jugos gástricos; esto hace que ingrese a la circulación sanguínea como ecgonina, componente activo que favorece la digestión y la asimilación de los carbohidratos, parte esencial de la alimentación en los Pueblos Andinos.
Cuando uno está "mascando" coca varias horas, la hoja pierde su productividad y ya no despide "jugo", este es el momento de poner un poco de "bica" (bicarbonato de sodio) o yista (masa hecha de ceniza volcánica) para estimular la savia de la hoja.
Las hojas de coca se venden en 2 categorías principales y una especial: la hoja común y la seleccionada (la diferencia entre ambas es la calidad de las hojas, obviamente) y la 3a es la que se encuentra ya destallada (le sacan los tallos) y con acuyicos armados. Varían el precio y la frescura de las hojas.
Una noticia buena para los coqueadores:Ley 23.737 Sancionada el 21 de Septiembre de 1989, promulgada el 10 de Octubre de 1989 por aplicación del artículo 70 de la Constitución Nacional y publicada en Boletín Oficial el 11 de Octubre de 1989.
Art.15: La tenencia y el consumo de hojas de coca en su estado natural, destinado a la práctica del coqueo o masticación, o a su empleo como infusión, no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes.